Nahuelbutenses visitan Isla Mocha para compartir experiencias en torno al turismo y la conservación

Un grupo de seis emprendedores turísticos de la Cordillera de Nahuelbuta, junto al equipo del proyecto «Turismo y Conservación en Caramávida e Isla Mocha», recorrieron los atractivos de Isla Mocha en pos de intercambiar sus saberes con los isleños y afianzar relaciones como actores del desarrollo turístico de base comunitaria en ambos territorios.

La relación entre Nahuelbuta e Isla Mocha tiene una fuerte conexión más allá delo meramente administrativo, como pertenecientes a la provincia de Arauco. Al ser ambas tierras pobladas en la antigüedad casi exclusivamente por el pueblo mapuche, el vínculo espiritual entre el Lugar de Renacimiento de las Almas (significado de la Mocha en mapudungún) y el Lugar de Tránsito de las Almas (relacionado con el significado de Lanalhue) es fuerte, tal cual cuentan las historias de aquellas tierras de cómo los espíritus viajaban del continente a la isla sobre la gran ballena blanca Mocha Dick. O de cómo los anchimalén, espíritus con forma de pequeñas bolas lumínicas o de niños que juguetean por los bosques hasta hace poco eran avistados tanto en la isla como en los valles de la cordillera.

Aquellos relatos también fueron compartidos en el primer encuentro que tuvieron los habitantes de Nahuelbuta y los mochanos el día miércoles 12 de diciembre en la tarde, luego de que las y los nahuelbutenses pasaran buena parte de la mañana primero viajando a Tirúa, volando en avioneta y asentándose en el lugar en el que se les recibiría, el complejo turístico Isla Mocha Punta Sur.

La conversación se realizó en la Cocinería el Estero, en el sector norte de la Isla. Ahí, mediante una dinámica preparada por el equipo a cargo de la gira, se presentaron cada uno así mismo y a su territorio, sus atractivos, amenazas y desafíos; además de degustar la deliciosa comida local.

Al día siguiente el programa de actividades fue más intenso y pese a la fuerte lluvia que no mermó  los ánimos de las y los visitantes.

Luego de un contundente desayuno, Ervin Astete y su familia otorgaron un recorrido por la Reserva Nacional Isla Mocha a los visitantes desde su predio. En el lugar pudieron reconocer la flora nativa, destacando la presencia de un vasto pangal, como de arrayanes, olivillos y canelos; también recorrieron una zona de anidación de la fardela blanca, ave migratoria ícono de la isla, y conversaron sobre las proyecciones del turismo en el lugar.

Para Ervin es su primera experiencia como guía de un grupo de personas. «Me gustaría que se repitiera, para poder seguir contando nuestras historias de la misma forma en que lo hice en el tour en que les llevé a donde vivo y trasladé arriba. Ojalá esto siga y más gente se motive con la Isla», comentó. De esta forma quedó con el anhelo de «tener esos senderos bien marcados por ser una parte tan bonita para el turismo, esperamos así el apoyo de la Conaf para lograrlo».

La experiencia impactó a María Maribur, emprendedora turística de la comunidad Lorenzo Huaiquivil, del Valle de Elicura. Según María «fue como volver a mi infancia, volví a ver todo lo que alguna vez vi en mi valle, todo natural, sin destrozos, sin intervención, eso es lo rico, poder revivirlo y poder volver para contarles a mis hijos, y a los turistas que aquí existe un lugar todavía natural, sin la mala intervención de la mano del hombre con plata».

A continuación, los mochanos y nahuelbutenses compartieron un opulento almuerzo, un exquisito cordero asado preparado en Punta Sur.

En la jornada de la tarde el recorrido se basó en visitar los distintos atractivos del sector sur de la isla. Recorrieron algunos de los islotes cercanos, que por la baja marea se podía acceder a ellos en vehículo y/o caminando, primero pudieron contemplar el islote La Doca, lugar privilegiado para el avistamiento de aves migratorias, inmerso en una zona que cuenta con varios barcos hundidos; luego visitaron el Islote del Trabajo, lugar desde donde salen las embarcaciones locales del sector sur a pescar y donde, en los meses de marzo y abril, centenares de habitantes de la isla se asientan en precarias construcciones para extraer la luga.

Después visitaron el faro viejo. Ícono arquitectónico de la isla construido por la Armada chilena entre finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX y que funcionó con su propio farero y una dependencia de los marinos hasta la década del 60, de cuyas edificaciones solo quedan leves vestigios.

A media tarde y para refrescar el viaje, fueron llevados al camping de la familia Hann, en donde recorrieron el predio analizando las formas de cultivo de la isla y se sirvieron jugos naturales preparados con frutas del lugar.

Jaime Hann, campesino y exdirigente sindical de la pesca del lugar, relató cómo ha sido su experiencia con el turismo. «En cuanto a la venida de visitantes, han habido buenas experiencias tanto con nacionales como con extranjeros, con quienes hemos compartido experiencias y, por lo cual, nos servimos también de las innovaciones», comentó.

Jaime además destacó las formas asociativas de trabajo, la cual fue un tópico central en la gira, «siempre he propuesto que participemos los más que se pueda, porque también uno tiene dos manos y no podemos hacerlas todas. Entonces hay personas que son pescadores y si hay algún turista que le guste la pesca, lo pueden llevar a su lugar por lo que tendrá su gratificación o pagar por su servicio […], si otro tiene un carretón y lo transporta, sería lo mismo».

De esta forma, para Elizabet Antileo, quien participó como emisaria de la Cooperativa de Ecoturismo de Caramávida, organización recién emergida desde las y los habitantes del valle de Caramávida y que tiene como desafío adaptarse a lógicas de desarrollo que sustenten la protección de la Cordillera de Nahuelbuta, la asociatividad fue un concepto clave para ella, «me llevo algunas ideas de acá, tratar de trabajar unidos ofreciendo distintas cosas, unos haciendo guía, otros transporte, gastronomía, hospedaje, cosas que aún no tenemos definido».

Griminesia Orellana, oriunda del valle de Cayucupil y representante de la Corporación Mapuche Nahuelbuta, se mostró impresionada por la vegetación nativa y las formas de cultivo que tienen, en cuanto a la autonomía que tienen, «lo que se refleja hasta en los niños, ellos solos son inquietos para mostrar su espacio».

«Me gusta rescatar en cómo se organizaron ellos para otorgar un servicio completo, lleno de actividades, en la playa, la cordillera. Como nosotros estamos comenzando solo mostramos nuestro espacio, lo que son los ríos y nuestra cordillera aún nada, por lo que me llevo el desafío para poder articularnos en cuanto», agregó Orellana.

Finalmente, durante la noche el grupo fue a encender el gas proveniente de las napas subterráneas y que se libera naturalmente en algunos sectores de la playa y del mar, quedando impresionados por este anómalo fenómeno natural. A la mañana siguiente, el regreso.

La actividad se realizó como parte del proyecto “Diseño Participativo de Zonas de Amortiguación de Áreas de Alto Valor para la Conservación de Caramávida e Isla Mocha: Bases para el Desarrollo de Corredores Turismo Experiencial de Naturaleza y Cultura”. Que durante este segundo año de ejecución, etapa de transferencia, se ha enfocado en guiar a los emprendedores de los territorios mencionados a construir modelos de negocio que impulsen sus economías locales y contribuyan con la defensa de la biodiversidad.

Este es financiado por CORFO a través del concurso Bienes Públicos para la Competitividad y encabezado por la Universidad de Concepción, coejecutado por la Fundación Nahuelbuta, e involucra también la participación del Ministerio de Medio Ambiente, Sernatur, el Grupo Ecológico Altué, la Asociación de Municipalidades Arauco7 y el Programa Transforma.

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